Cada oveja con su rebaño

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Cuando una lectura aburre desde el prólogo es mal asunto. Me pasa cuando leo lo que muchos «pluma fácil» escriben sobre el oficio de cocinar, bien en un modo que llaman crítica, bien cuando escriben sobre compis del gremio o cuando les da por sentar cátedra, por ejemplo.

Abundan pseudo periodistas que tienen el valor, y hasta la necesidad, de aporrear el teclado dando una opinión que cuadra más con «mi palabra es la ley» que con un «personalmente, no me gustó» o «personalmente, me gustó»; unos escritores de gatillo fácil que ni siquiera han hecho un curso rápido de cocina y que osan escribir perlas como «a este plato le faltó…». Son tan artistas que hasta piensan por el cocinero. Esos son algunos de los que no aporrean el teclado previo impuesto revolucionario, es decir, que si pagas te hace una crítica de la hostia; si pagas pasas a ser un cocinero de la leche, escriben de ti cosas que cuando el lector las interpreta hasta babea y cuando en cocinero la lee se llega a preguntar si aquello es sobre su cocina realmente. De todo esto, a un servidor le preocupa sólo una cosa: el cliente que va guiado por esa pluma al local bienaventurado y aquél que evita el local no tan afortunado. Como dice un «señor» de ese elenco de personajes, debes tener un padrino o similar.

Por lo tanto, a los compis les digo que se vuelvan unos rebeldes y cocinen como entiendan, pensando en los clientes; a los periodistas (?) críticos (?) gastronómicos (?) sin estudios o ¿sin valores?, los conmino a que inclinen la rodilla pidiendo disculpas a la diosa de los fogones.

Me atrevo a apuntarles a estos que igual lo más fácil para todos es escribir algo así: «Asistimos al restaurante X y pedimos A, B, C. En la carta hay muchos más platos C, D y E, a veces hasta F y G. Quizá debimos pedir otras cosas, pero nos inclinamos por estas que podemos recomendar o no recomendar por Z motivos”. Lo peor que puede pasar es que recurran al alfabeto chino, pero irán de frente, nunca engañando a un cliente y, mucho menos, faltando al honor de un tipo que se tira la hostia de horas aguantando unas altas temperaturas y, algunos, hasta estrés, ambas cosas perjudiciales.

Para terminar, lo haré como empecé: que no nos aburran con esas historias para no dormir.

¡Feliz Navidad!