Comer por Canarias

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Gofio./ M. Expósito
Gofio./ M. Expósito

Hace unos siglos arribaron unos navíos a las costas de Canarias con claras intenciones de conquistar estas tierras. Casi un siglo después lo lograron. Por ubicación, las islas se convirtieron en un lugar estratégico, un puerto de idas y venidas para ingleses, portugueses, franceses… Un sinfín de nacionalidades que fueron dejando un granito en la alimentación de los habitantes de esta tierra que se unieron a lo que ya había. Más o menos, así nace lo que hoy conocemos como el recetario canario.

Cada isla tiene su aquel sin igual y luego muchas recetas que, aún con el mismo nombre, varía algún ingrediente.

Si analizamos la historia a nivel de productos utilizados y técnicas de cocinado puede que sorprendamos a más de uno si decimos que muy pocas comunidades autónomas juegan con un abanico tan amplio.

Un ejemplo es el gofio, que puede ser presentado en «pella», arropado con los distintos mojos; o rebozando chicharrones, en escaldón acompañando diferentes potajes; en escacho,, como el palmero, en el que se mezcla con papas y queso; en los diferentes postres o dulces, como la rapadura o el más moderno la mousse, y, ¡cómo no!, pregunten a un canario si ha desayunado un tazón de «leche y gofio».

Esta misma variedad la pueden encontrar en carnes: la cabra, el baifo, el cerdo, la ternera, el pollo… En salsas, asados, fritos y en salmorejos, con mojos o a la brasa ¿Quién no saliva ya?

Si nos vamos al mar encontramos lapas, burgados, viejas, cangrejos, morenas, muriones, palometas, chicharros, sardinas y tollos.

Papas de todos los colores. ¡Ay, la bonita y la negra! Arrugadas, sancochadas, fritas… ¡Qué más da!

Plátano y uvas por doquier. Quesos para dar y tomar (frescos, curados o ahumados).

Si nos adentramos a los postres cualquier isla presume, pero La Palma enamora: bienmesabe, queso de almendra y príncipe Alberto, huevos mole o marquesotes, el bizcochón de la abuela, la tarta de chocolate de la vecina… ¡Increíble tanto dulce y cuán goloso es el canario!

Islas Afortunadas decían. No seremos nosotros quienes lo pongamos en duda.