La Cofradía de Caletillas: cocina simple en mayúsculas

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Salpicón de pulpo./ M.E.

En un lugar tan turístico y, a la vez, común como es la Avenida Marítima de Candelaria (donde se registra la mayor concentración de establecimientos de restauración del municipio), sorprende La Cofradía de Caletillas. Por supuesto, el pescado como protagonista. La carta, surtida de los platos típicos con productos obtenidos del mar y con calidad. El precio también acompaña.

Al grano. Para empezar, camarones “peinados”. La presentación ya llama la atención. Es una primera impresión que marcará la comida. Pero, además, el sabor está espectacular. Es lo que cabe esperar de un gran plato de este crustáceo (de la infraorden, según Wikipedia) con el punto de sal en el nivel que te hace saborear más la cerveza. ¡Apunte!

Pulpo a la vinagreta. Baste decir que no es nada fácil encontrar una preparación del salpicón de pulpo como este. El molusco, con esa pizca de dureza que le hace ideal para un plato como este en el que cada bocado facilita al comensal el placer de saborear ese “revoltillo” de cebolla, pimiento (verde y rojo), el aceite de oliva, el vinagre… A esta altura, esto promete.

Croquetas. De pescado, por supuesto. Como en casa. Esta cocina se supera por momentos. Ni un pero que ponerle. La ración está bien surtida, para empezar; la sal está en el parámetro que un comensal común puede esperar; la bechamel solo sirve para empacar, sin sobresalir y sin exceso (como la abuela); el alioli… ¡Ni falta que hace! Con este plato lo redondean.

Sardinas fritas. Sencillas, como debe ser, aunque con un tamaño algo mayor del gusto de estos comensales (pero ya se sabe, en esto de gustar allá cada cual). De acompañamiento, un simple limón. Lo normal. El sabor es el propio de un producto tan sencillo en su elaboración y tan delicioso en el paladar. Decidimos regar esta última parte con una cuarta de vino blanco seco y del país, del sur de la isla, ideal para las sardinas y acabar con un paladar limpio gracias a su acidez. ¡Buen vino sin duda!

Los postres tienen buena pinta. En esta ocasión (habrá más, sin dudarlo) optamos por la tarta de la abuela, la de la galleta y la nata. La próxima vez, también.

El caso de La Cofradía de Caletillas es de esos a tener en cuenta porque siendo un establecimiento relativamente joven satisface comprobar que en la terraza hay ganas entre el personal, hay disposición, interés, esfuerzo por no solo cumplir con su trabajo, sino por ganar al cliente. La sonrisa ya es el primer punto a su favor. Diligentes, eficaces y atentos (sin agobiar). Además, en la cocina (por ahí pululan un montón de gorros) la profesionalidad está contrastada con el resultado de la comanda.

Y lo escrito. Encima, no se pasan en la caja. La Cofradía de Caletillas no es un restaurante cualquiera porque aquí la cocina simple se saborea en mayúsculas.

la ficaha

La Cofradía de Caletillas