Nutrición, la asignatura pendiente

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Diversos estudios han demostrado que el colegio puede ser un buen aliado en el aprendizaje y en la alimentación de los más pequeños. Aprovechemos que los chicos quieren ser cocineros para enseñarles las bases de una buena nutrición. La mayoría de nuestros adolescentes ni lleva, ni sabría llevar, una dieta saludable y la influencia de los medios de comunicación en su alimentación es más que notable. En teoría, esta asignatura debería impartirse desde septiembre, pero es solo la teoría ya que es como los pagos a Hacienda: de tres en tres meses pasa un nutricionista por los colegios.

Dado que uno de nuestros mejores activos como país es nuestra gastronomía, es muy importante para todos que la conozcamos a fondo, en especial desde pequeños. Además, resulta triste que sea tan valorada por los extranjeros y tan desconocida de puertas adentro. Igual de triste es que en las televisiones te bombardeen con programas de telerrealidad y emitan espacios didácticos de cocina. ¡Así va el país, fomentando borregos! En Inglaterra, por ejemplo, tienen a un cocinero que, aparte de ser un genio, tiene una cruzada contra los centros de comida rápida -algo a lo que me uno- y, de paso, va por los colegios aportando su granito de arena enseñando a los niños cómo deben alimentarse, creando huertos y plantando árboles frutales, entre otras cosas.

El propósito de la educación en nutrición en la escuela es lograr que los niños adquieran una capacidad crítica para elegir una alimentación saludable en un mundo que cambia rápidamente, en el cual se observa una continua diversificación de los alimentos procesados y una pérdida de los estilos de alimentación familiar. Pero, aún así, hay un gran vacío en el sistema educativo actual y nadie parece preocuparse de ello. No sólo nos encontramos con el problema de la obesidad, también con que los adolescentes están muy predispuestos a padecer trastornos de la conducta alimentaria.

Saber que lo que comes afecta cómo se ve y se siente tu cuerpo es un tema muy importante, pero, lamentablemente, todavía no lo verás en el programa de educación, en sus años de formación, antes de que los malos hábitos lleguen para quedarse. Ellos tienen que entender lo que sus cuerpos y cerebros necesitan para funcionar de manera correcta y necesitan a alguien que los incentive para que lo hagan. Que sus padres los obliguen a «comerse sus vegetales» no es exactamente la motivación que necesitan.

No hay ninguna asignatura en la que te enseñen qué es una alimentación saludable, cómo debemos alimentarnos para no enfermar. Porque sí, la obesidad es una enfermedad y no es la única que puede provocar una mala alimentación. Tampoco nos enseñan algo tan básico como cocinar y llegamos a edades en las que tenemos que irnos de casa, por estudios o trabajo, y lo máximo que sabemos hacer es un huevo frito.

La cocina te enseña matemáticas y ciencia. Prueben a hacer un pan, un bizcochón y cualquier postre con levadura.

Otra cosa digna de mención en la mayoría de colegios son los catering que sirven almuerzos. Si los colegios son una versión posible del Edén, la fruta es la condena, la expulsión o un adelanto de la condena y la expulsión. La conciencia de que, en el futuro, en el mundo de los adultos los niños tendrán que marcharse del paraíso y se verán obligados a comer mucha fruta y a ganarse el pan con el sudor de su frente.

Tengan esto en cuenta, no es por molestar, pero asignaturas como las de religión y ética y alguna de estas que hay ahora lo más probable es que no les sirvan de nada. El que quiere ser cura es por vocación. Esa hora pueden dar nutrición o ampliarla en una buena educación física, que los chavales entre la televisión y la play poco deporte practican.