Restaurantes con años de historia

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Sala de restaurante./ Manuel Expósito
Sala de restaurante./ Manuel Expósito

Leía una entrevista que los amigos de esta casa en la que llamó mi atención algo en lo que unos pocos pensamos de vez en cuando y otros, que están ocupados en parecerse a Messi o a Cristiano y pensando en cómo ampliar las vitrinas, ni parecen querer saber. Aludía el entrevistado a esos locales que llevan décadas abiertos y coincido en que eso sí es digno de premios, de lanzar cohetes… Se me vienen un porrón de establecimientos de esa característica que aún siguen siendo santo y seña de muchos lugares, seguro que a ustedes también. Recuerden que la gastronomía canaria no son platos colmados, sino una bandera sabia del mestizaje y perfecta en su ejecución.

Les cuento todo esto para explicarles que existen negocios y establecimientos brillantes que son la prolongación de una manera de ser, recibir, imaginar y vivir de quienes los gestionan. Cuando las barreras son casi inexistentes entre el paisaje familiar y particular de un empresario y el negocio que atiende, surge entonces la magia y todo adquiere el brillo y ese toque excepcional de una “gran casa”, es la interpretación de una manera de vivir reflejada en la arquitectura, los cálidos espacios, la decoración, los fogones… En definitiva, restaurantes con cocina divertida de mecha larga y sin fuegos de artificio que asegura paz, sosiego y sobremesa relajada. Atesoran una carta con una oferta sencilla, convirtiendo la casa en lugar de reunión y escenario perfecto para echar el rato o quedarse a «pinchar»algo, sin mayor pretensión, pero, eso sí, resuelto todo con actitud, ganas de agradar y productos de calidad. ¡Touché!

Restaurantes con casi cuarenta años de metralla a sus espaldas no pueden ir muy equivocados con sus propuestas, ofreciendo el sabor de esa tierra bendita que nos pone más. Deseamos que perduren muchos años más.

Esta es mi forma de agradecer y homenajear a estos restaurantes a los que íbamos de niños a pedir un refresco y en los que ahora pedimos una cuarta de vino y dejamos los refrescos para los nietos. Muchos domingos de infancia los pasé encerrado en este tipo de casas, hay muchos que no han cambiado una sola mesa de sitio desde entonces. Salíamos de misa de doce de la parroquia y a salibar mientras llegaban los chicharrones o las garbanzas.

Aquí lo dejo, que venía a felicitar y casi me quedo a comer. Piensen en eso. ¿Saben lo difícil que es mantener un local de comidas abierto hoy en día?