Gran Canaria tiene una amplia tradición en el cultivo de viñedos y en la producción de vino, una tradición condicionada por la orografía y el clima de la Isla que ha sufrido altibajos a lo largo de su historia. Gracias a la labor de los hombres y las mujeres del mundo rural, que han trabajado durante generaciones por mantener esta actividad, el sector vitivinícola ha conseguido recuperar una vitalidad que tiempo atrás hizo que fuera el primer sector exportador de Canarias.
Hoy la Denominación de Origen de Gran Canaria cuenta con 70 bodegas inscritas, de las que 44 bodegas están en activo, cuyos viñedos ocupan una superficie de 218 hectáreas distribuida por toda la geografía insular. Cada año la producción aumenta entre un 10% y un 20%, llegando a recoger durante la vendimia de 2018 más de 500 mil kilos de uvas, algo que indica que el sector se encuentra en continuo crecimiento.
La agricultura y la ganadería son elementos clave para el mantenimiento del territorio, del paisaje y del medio ambiente. En este sentido el cultivo de la vid tiene un papel determinante puesto que, además de generar paisaje, “los viñedos se presentan como un excelente cortafuegos natural, favoreciendo la prevención de incendios forestales”, explica el presidente del Consejo Regulador de la DO Vinos de Gran Canaria, Pedro Suárez, quien recuerda las pérdidas ocasionadas por los dos últimos incendios en la cumbre de Gran Canaria.
La producción vitivinícola y los viñedos no solo ayudan a proteger los suelos frente a los procesos erosivos, sino que, además, suponen una importante oportunidad para mantener viva una actividad económica ligada a la conservación del paisaje de Gran Canaria, generando riqueza en el medio rural y dando un valor añadido al producto local.
Un camino hacia la sostenibilidad
En este camino de revitalización del sector se plantean muchos retos a los viticultores, que empiezan a ser conscientes del beneficio medioambiental que supone desarrollar técnicas más sostenibles.
“Gran parte de los viticultores usan productos naturales en sus viñedos, por lo que los suelos están más libres de nitritos y de glifosatos”, explica Suárez, algo que repercute directamente en la tierra, en la calidad del vino y en el medio ambiente, que en los últimos años se ha visto afectado por el cambio climático, un fenómeno que afecta a la flora y a la fauna de todo el mundo.
No hay duda de que las condiciones climatológicas, que son determinantes en la agricultura, “han jugado un papel fundamental en la vendimia de este año, que, aunque está dando uvas de gran calidad, podría ser hasta casi un 50% menor que la de 2018”, explican desde el Consejo Regulador.
Cristina Millán, gerente de la bodega San Juan, ha sufrido estos cambios en sus viñedos. “En invierno tiene que haber frío para que se produzca una correcta parada vegetativa y llevamos dos años con poco frío y poca lluvia”, explica, “esto hace que las parras florezcan antes y den menos uvas”.
Transformación hacia lo ecológico
El cambio hacia lo ecológico es el próximo paso y es el que han querido dar en la bodega San Juan, cuyos cultivos están en proceso de conversión a cultivo ecológico desde 2017. El objetivo es volver a la metodología natural, a la de antes, en la que se utilizaban productos respetuosos con el medio ambiente.
“En la bodega llevamos la misma dinámica que en campo, donde solo se usan técnicas permitidas en agricultura ecológica: no se añaden levaduras externas al vino y no se clarifica ni se filtra, resaltando los aromas afrutados y minerales de los vinos que producimos”, explica.
A través de los tratamientos preventivos, en los que usan azufre combinado con bentonita o diatomea, han conseguido reducir hasta un 70%, con respecto al año pasado, las pérdidas provocadas por el oidio, una de las enfermedades fúngicas más comunes en los viñedos. “El viñedo es parte de nuestra historia desde hace más de cien años; es nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro”, indica Millán, “es importante conservarlo para conservar nuestro patrimonio histórico, paisajístico y cultural”, concluye.
En este marco transformador del desarrollo rural, se hace imprescindible descubrir el potencial turístico y ambiental del paisaje vitivinícola, dinamizar la tradición agrícola y vinícola y visibilizar los vinos de Gran Canaria, reconociendo la labor encomiable realizada por productores y productoras de la Isla para rentabilizar sus explotaciones y posicionar al sector en un lugar destacado, con vinos de cualidades únicas y de una calidad excepcional.