En estas tierras hay una bebida que lleva de apellido «de Canarias (desde 2005 posee Denominación Geográfica) y por nombre Ronmiel. Como ya se elaboraba antes de llevar la caña de azúcar a América, como contábamos en el anterior capitulo, comenzamos con «la leyenda», el ronmiel.
Ron, melaza, miel, 20º-30º de graduación alcohólica. Imagínense ese aroma del ron entremezclado con la miel y pidan hielo. Sabores ligeros, frescos, sencillos, elaborados, recios o contundentes, como los productos de nuestra tierra canaria, pero siempre acogedores, como sus gentes. Una sobremesa con un copazo de este licor cambia el destino de lo venidero.
Se elabora desde el siglo XVIII, posiblemente, a partir de aguardiente de caña o melaza y se conoce como ronmiel porque incorpora una cantidad mínima de miel de abeja. Si nos regimos por su ficha, que viene siendo el DNI, diría algo así: «sabor intenso, dulce, untuoso, suave al paladar y retrogusto muy agradable. Su color va del oro viejo a caoba intenso, capa media, limpio y brillante». Mola esto, pero a nosotros nos va más lo irreverente, porque hemos hecho nuestra propia ficha: tradición de siglos, sabor dulce e intenso, se elaboraba en tascas y casas, ahora comercialmente y, por suerte, se ha incorporado también a la cocina haciendo unas reducciones brutales y dando unos aromas de autenticidad a determinadas elaboraciones.
Aunque no tenga nada que ver con el clero, se le suele presentar como espirituoso, hay hasta quien lo considera un tesoro; nosotros solo diremos ¡un ronmiel con dos piedras! Toca saborear y disfrutar. Hay muchas marcas y, evidentemente, no nos inclinaremos por ninguna, pero les aconsejamos probar este brebaje, marcado por la historia de una tierra.
Vamos sacando en claro que Canarias no solo es papas arrugadas y mojos, o grandes quesos y buen vino, sino que también es cuna del ron y, claramente, crea el ronmiel.
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