Escribir sobre la isla en la que nací no es nada fácil, son muchos años alejado de ella y, seguro, me dejaré muchas cosas en el tintero. Como es obligación hoy en día, diré que lo que me patrocina nadie, aunque lo he intentado, hasta me tatué el logo de la Isla a ver si el Cabildo se dejaba caer con algo, pero no hay manerita. Al lío, que luego me enredo.
He escrito mucho sobre La Palma, incluso sobre algunos restaurantes que recomiendo. Evidentemente, desde la distancia se siente morriña, ya me entienden. Una Isla donde en toda ella se puede apreciar bien eso del buen yantar, donde se lleva a cabo el asunto de dar de comer al hambriento y de beber al sediento con la humildad y el trato cercano que siempre ha caracterizado al palmero, menos yo, que soy algo antisocial.
Vayas donde vayas, por cualquiera de los puntos cardinales, seguro que encontrarás restaurantes con lo que te apetece en ese momento, tanto tradicionales como más «modernos». En casi todos encuentras esa propuesta kilómetro cero que tanto estamos defendiendo. Para ser una isla pequeña encontrarás todo tipo de productos de la tierra: pescados, carnes, quesos, aguacates, dulces tradicionales de todo tipo, ¡¡¡Válgame el señor!!! Si es que es imposible no encontrar dónde pecar, gastronómicamente hablando, que luego el cura del pueblo vuelve a acusarme de hereje.
Siento ser tan parcial, pero esto que les cuento es fiel reflejo de aquellos locales divertidos en los que fui feliz de chiquillo, pues mi única preocupación era pasarlo pipa y ver gozar a la familia alrededor de una mesa en cualquier garito. Sobre todo, a mis viejitos, ya que ellos pagaban la cuenta ¡Que arte! No he perdido esa ilusión. Cuando disfrutas en esos lugares te sientes el rey del mundo, que decía Mohamed Ali.
Carne de cabra, garbanzas, sopa de picadillo, queso asado, escacho, hígado en mojo, chicharrones, príncipe Alberto, bienmesabe… ¡¡¡Quién da más!!!
Indianos, Bajada de la Virgen, el Diablo, el Borracho, La Caldera, Los Tilos, Marcos y Cordero… Si es que da igual la fecha que elijan para ir, siempre hay buen yantar y siempre hay fiesta. ¡Uuuuy! Se me olvidaba, también los senderistas pueden ir.
Es de admirar el verdor de sus paisajes, típico de la belleza de las Islas, pródiga en agua, frondosa, llena de riqueza gastronómica y hermosura, un auténtico milagro de la naturaleza. ¡¡¡Cojones!!! Al final, van a pensar que sí me pagan por esto, pero no. Les recomiendo a todos que vayan a esa Isla y verán que van a darme la razón.
Que la diosa de los fogones les acompañe y ¡¡¡larga vida al Rock and Roll!!!
Álex Marante, cocinero y bloguero.