Nutrición, sostenibilidad y gastronomía

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Mercado de La Laguna./ Manuel Expósito
Mercado de La Laguna./ Manuel Expósito

En Canarias tenemos un grave problema que en el debate público no ocupa el lugar que debería. Somos la comunidad más afectada por la obesidad, en especial la infantil. El 35% de los menores padece sobrepeso y los adultos sufren infartos cinco años antes que la media española. Esta situación tiene especial incidencia especialmente en aquellos grupos de población con menos formación e ingresos. La obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles como la diabetes y  enfermedades cardiovasculares. 

Desde 2011 se hacen distintas oleadas del informe ALADINO (Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad). Aunque la edición de 2015 apuntaba una ligera mejoría en Canarias los datos seguían siendo muy graves. La prevalencia de sobrepeso era del 24.3%, algo menor a la encontrada en 2011 que fue del 28.4%. Por su parte, la prevalencia de obesidad era del 19,9%, poco más de un punto menor a la encontrada en el estudio de 2011 que fue de 21.2%. Es decir, a pesar de haberse producido un ligero descenso, más de una quinta parte de nuestros niños y niñas sufren sobrepeso y una cuarta parte obesidad. 

El informe establece también que la presencia de sobrepeso y obesidad se asocia al nivel socioeconómico familiar, observándose una menor prevalencia de sobrepeso y obesidad al aumentar los ingresos familiares. Es decir, estamos además hablando de un problema que afecta en mayor medida a las familias con menos recursos de nuestra tierra, lo que supone además un nuevo factor de desigualdad para estos segmentos de población. Por estos motivos es imprescindible que se produzca la convergencia entre el sistema sanitario y el sistema alimentario y que este esté vinculado a la soberanía alimentaria.  

Esta semana tuve el  honor de estar presente en la inauguración de las jornadas sobre nutrición, sostenibilidad y gastronomía en Canarias, actividad de la Cátedra de Nutrición y Gastronomía de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y del proyecto “La isla en tu Plato”. Se trata de una iniciativa innovadora y ejemplar del Instituto Universitario de Investigaciones Biomédicas y Sanitarias de la ULPGC dirigido de manera excelente por el catedrático Luis Serra Majem (eminente científico, hijo adoptivo de Gran Canaria) y cuyo objetivo es el de unificar salud, gastronomía y sostenibilidad como forma de luchar contra este problema. 

Es una línea de trabajo que además coincide plenamente con la estrategia del Cabildo de Gran Canaria de fomento de la soberanía alimentaria, sustituyendo productos importados, y en muchos casos procesados y ultraprocesados poco saludables, por productos de kilómetro 0. Y es que en Canarias, por nuestra privilegiada situación, la mejora en la alimentación pasa por el consumo de cercanía. Se trata de productos saludables y de gran calidad que no solo tienen incidencia en la salud pública sino efectos positivos en el territorio, el paisaje, la biodiversidad, en la prevención de incendios, en el empleo local, en devolver la mirada al mundo rural, romper la dependencia exterior o reducir la huella ecológica, en especial las emisiones de dióxido de carbono derivadas de la importación de alimentos.

Para hacernos una idea de la dimensión del problema, Canarias importa aproximadamente el 80%  de la mayoría de los productos que consume, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recomienda que cada región produzca un 60% de lo que come. Es decir, aun duplicando nuestra producción estaríamos muy lejos de alcanzar esa cifra. Los alimentos que adquirimos recorren de media 4.000 kilómetros hasta llegar a nuestra mesa, lo que implica miles de litros de petróleo y toneladas de emisiones de gases contaminantes causantes del cambio climático. 

Pero como hemos visto, la mala alimentación es un problema que tiene mayor afectación entre las personas más pobres. Es una combinación de varios factores. El primero y más evidente es la falta de capacidad económica para acceder a productos frescos. Tenemos un sistema alimentario en el que abundan los productos de alta intensidad energética, es decir, altos en grasas y azúcares y de bajo precio. Por apenas unos pocos euros es posible adquirir bollería industrial de muy mala calidad para desayunos y meriendas de una semana. 

Pero no solo es una cuestión económica sino de nivel formativo ya que muchas personas no tienen los conocimientos suficientes para saber seleccionar los alimentos adecuados para tener una dieta saludable, y abunda la publicidad de productos azucarados para niños.  También las condiciones de vida precarias, la falta de tiempo para dedicar a la compra y a la cocina etc. provocan que se recurra a opciones fáciles y precocinadas para poder hacer frente a la alimentación del día a día.

Por todo ello necesitamos dar formación a las familias y a los niños y niñas en las escuelas, y legislar sin presiones empresariales sobre alimentos ultraprocesados y con un alto contenido en azúcar, muy nocivos para la salud y para el medio ambiente. Y también sobre la publicidad engañosa. Una correcta alimentación supondrá un aumento considerable de la calidad de vida de las personas, en especial de las más pobres. Además, el descenso de las enfermedades asociadas a la mala alimentación como la diabetes tipo 2 o las enfermedades cardiovasculares generarían un  menor coste y una menor saturación del sistema sanitario, otro de los grandes problemas de las islas. En esta línea también trabaja desde hace muchos años el prestigioso catedrático y nefrólogo tinerfeño Benito Maceira que denuncia de manera reiterada que el 70% de nuestra alimentación es procesada, que “la función de comer es mantenernos con vida, pero lo que ocurre es que estamos comiendo basura” y que “la pobreza es el principal factor que alimenta la obesidad en Canarias, junto a la comida procesada y la vida sedentaria”.

El fomento de la producción local no solo tiene efectos positivos desde el punto de vista de la salud y medioambiental. Gran Canaria aparece por primera vez este año en la  portada de la Guía Michelin, tras ser una de las triunfadoras de la gala al recibir sus dos primeras estrellas así como otros galardones para restaurantes y establecimientos hoteleros. La semana pasada organizamos un reconocimiento en el Cabildo a todos los premiados que, a pesar de pertenecer a establecimientos de distinto tipo, tienen en común una apuesta y una fuerte presencia en sus menús de los mejores productos de Gran Canaria y de Canarias, y en ello reside gran parte del éxito cosechado.

Ni la mejor y más cara campaña publicitaria hubiese tenido el efecto sobre el prestigio que la isla que ha tenido y va a tener gracias a los galardones otorgados por Michelin. Es una  muestra de la tremenda importancia que puede tener la gastronomía y la promoción de nuestros productos para diversificar la economía, reforzar la calidad del destino turístico y avanzar hacia un modelo más sostenible y para consolidar Gran Canaria como una marca de excelencia. 

Los productos locales, además,  son depositarios de cultura, de formas de vida y conocimiento que heredamos desde tiempos ancestrales y son fundamentales en la construcción de la identidad y el orgullo de pertenencia. La sociedad canaria siempre fue, hasta mediados del siglo XX cuando comienza el desarrollo turístico, una sociedad rural, agrícola y ganadera. Es en este contexto en el que se fue fraguando una cultura única en el mundo que recientemente ha sido reconocida como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Sin el sector primario hubiese sido imposible que el territorio y las formas de vida que componen el paisaje cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria hubiesen llegado a nuestros días en su actual estado de conservación. 

La ecoisla, como hemos denominado a nuestro proyecto de cambio para Gran Canaria,  no es un modelo destinado exclusivamente a la sostenibilidad medioambiental. No podemos salvar al planeta y a las personas por separado. La ecoisla es una mirada global para transitar de un modelo insostenible social, medioambiental y económicamente a otro en el que el desarrollo económico, la conservación del medio ambiente y el bienestar de las personas estén interrelacionados. La convergencia entre salud, gastronomía y sostenibilidad visibiliza de manera excepcional esta visión. 

Por todo ello creo que es necesario reconocer y felicitar el trabajo de todo el equipo del Instituto Universitario de Investigaciones Biomédicas y Sanitarias  y al catedrático Luis Serra y en especial a la iniciativa una “Isla en tu plato”. Es un ejemplo de innovación, compromiso social e investigación al servicio de la mejora de la calidad de vida de la población. También a todos los profesionales cuyo trabajo fue reconocido en la Guía Michelin, y a todos los que sin aparecer en ella hicieron posible esos galardones (ganaderos, agricultores etc, que generan productos de enorme calidad en condiciones que no siempre son las mejores). Es su labor diaria la que nos demuestra que nuestro objetivo no es solo posible sino que se está construyendo día a día.

 

Antonio Morales Méndez

Presidente del Cabildo de Gran Canaria