En 1900 nace, en 1910 sale su primera edición. Fue creada por los hermanos Michelin, quienes se dedicaban al negocio de los coches. Quizá por eso bautizaron con el mismo nombre a este «premio» a un restaurante y a sus neumáticos, esos que tienen por símbolo un muñeco que hasta salió en «Los cazafantasmas», una película de los años 80. Luego, tenemos la guía Repsol (antes Campsa), creada cuando España sale de la transición política, allá por la década de los 80 del siglo pasado, como “Los cazafantasmas”.
Esto es un resumen de dos guías de «prestigio». ¿Solo me preocupa a mi o ustedes también se han dado cuenta? Coches o neumáticos y petroleras o gasolineras son los que dan nombre a estas guías que valoran los «mejores» restaurantes o establecimientos hoteleros (risas). ¡A ver quién de todos estos hace unas papas rellenas como las de mi Viejita!
Lo peor no son estos «premios». Somos nosotros los que defendemos cocinas y restaurantes. No entro en ese circo, como muchísimos compañeros y cada vez más de todos los países. Por una vez diré ¡olé, Francia! Allí están en guerra ya contra de esto. Sigo pensando que nuestro mayor premio es la sonrisa del cliente, porque son los que acuden a nuestra casa y los que hacen posible que se mantengan las puertas abiertas.
Aquí viene mi opinión. Señores, ¿se acuerdan de cuando empezaron en esto y cocinaban para sus clientes aquellas recetas clásicas rememorando la cocina de su madre? Lo hacían para sus clientes ¿verdad? Buscaban su sonrisa, su aprobación. Ahora, parece que somos nosotros quienes les hacemos el favor a ellos. ¡En fin! Hay cosas que igual se pueden o no cambiar, pero seguiré fiel a mi estilo y seguiré visitando esos restaurantes que no salen en el mapa porque normalmente se come bien.
¡Larga vida a la vieja escuela!