El consumo de cerveza se ha asociado popularmente con la denominada barriga cervecera. Sin embargo diversos estudios demuestran que esta relación es un mito y ponen en duda que exista relación entre el consumo moderado de cerveza y la aparición de obesidad abdominal.
La realidad es que la aportación calórica de la cerveza es muy baja. Una caña de 200 ml tiene tan sólo 90 kcal y en el caso de la cerveza sin alcohol esta cantidad se reduce a una media de 34 kcal/200 ml. Por lo tanto, es necesario desterrar el falso mito de la “barriga cervecera” ya que la bebida no es culpable de la obesidad, sino una alimentación desequilibrada, la falta de ejercicio y, en algunos casos, la información genética.
Según el estudio “Asociación entre el consumo moderado de cerveza tradicional y sin alcohol y la composición corporal”, el consumo moderado de cerveza no provoca un aumento de peso ni modificaciones en la composición corporal. Las mediciones antropométricas realizadas a los participantes, determinaron que el consumo moderado de cerveza, tanto tradicional como sin alcohol, no modifica la circunferencia del brazo, cadera y cintura; y tampoco provoca alteraciones significativas en los pliegues cutáneos.
Investigaciones internacionales también ratifican estas conclusiones y señalan que el consumo de cerveza no produce un aumento de la circunferencia de la cintura. Así, la investigación “La cerveza y la obesidad: un estudio transversal” señala que es improbable que una ingesta habitual de cerveza esté relacionada con un aumento significativo en el índice de masa corporal y en el índice cintura-cadera.
Además, otra investigación que compara a consumidores moderados de cerveza con no bebedores, concluye que las personas que ingieren cerveza presentan un índice de masa corporal significativamente menor que los no bebedores, y no muestran diferencias en el perímetro de la cintura como medida de las obesidad visceral. Así, afirma que el consumo moderado de cerveza, en el contexto de un patrón de Dieta Mediterránea, no se acompaña de un aumento de peso (de hecho, el peso era menor en los consumidores moderados), ni de aumento en el perímetro abdominal. Este estudio se vincula también con un estudio que asegura que el consumo moderado de cerveza no modifica los hábitos de las personas que la consumen.
Otro estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ratifica la afirmación anterior, ya que demuestra que los consumidores de cerveza de forma moderada presentan una composición corporal más adecuada que los que declaran consumos inferiores y superiores, lo que pone de manifiesto que el consumo moderado de bebidas fermentadas, como la cerveza, puede formar parte de una dieta saludable debido a que su contenido calórico es relativamente bajo.
También está demostrado que las personas que consumen cerveza de forma regular realizan una actividad física más elevada y tienen menor Índice de Masa Corporal (IMC). Así, una investigación concluye que el 43% de hombres consumidores habituales de cerveza realiza una actividad física muy elevada y, entre las mujeres, los porcentajes más altos de consumidoras de cerveza también realizan una actividad física media y elevada.
En conclusión, los individuos que consumen cerveza de forma moderada siguen mejores hábitos alimentarios, presentan una composición corporal más adecuada, mayores niveles de colesterol de HDL (colesterol bueno) y menores de LDL (colesterol malo) que aquellos que no la consumen.