Visionando programas televisivos de españoles dispersos por este planeta y viendo cómo y qué comen por esos lugares (cocina japonesa, asiática, africana, sudamericana, europea, de la estepa rusa y australiana) nada parece impresionar. Comer sigue siendo un problema cultural y punto. No vas a “embuchar” algo que tu cerebro diga que no está bueno, seguro.
En Canarias, no es la excepción, creemos que sólo somos capaces de ver hasta dónde llega nuestro ombligo, culinariamente hablando. Seguimos enredados en que quien viene a disfrutar de nuestro sol y playa sólo buscan la hamburguesa o el chip & chip inglés con patatas, que no papas fritas. ¿De verdad nuestro futuro gastronómico es seguir siendo los mesoneros de los turistas y de su propia gastronomía?
¿De verdad, nuestros políticos creen que los canarios sólo servimos como servidores del turista que engorda las cuentas de resultados de unos empresarios que sólo pretenden incrementar sus beneficios y los de sus accionistas? ¿En este siglo, alguno cree que los canarios seguimos siendo idiotas?
Vienen elecciones y alguno está algo nervioso y todo le vale. Día a día aparecen ante la opinión pública anunciando actuaciones con “asociaciones politicogastronómicas” y ayuntamientos organizadores de jornadas culinarias, por ejemplo. ¡La que nos espera en el primer trimestre de 2019!
Nuestra cocina es singular y diferenciada, es decir, tiene valores inigualables. Comer en Canarias debería ser una experiencia diferenciadora como destino gastronómico, porque a Canarias hay que venir para saber lo que es comer bien, disfrutar y llevarse una experiencia vital única. Canarias es cruce de caminos entre tres continentes, algo extraordinario y único.
Canarias es un paraíso gastronómico, no lo duden.