¡Bienvenidos a Canarias! Una crónica anunciada

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No es fácil ganarse un lugar en el cielo. A veces, en estas fechas la peña ejecuta lo conocido como «operación bikini». No sé en qué piensan porque es un pedazo de tortura pasear por esos chiringuitos playeros y oír: «Unas jarras y dos de calamares». ¡Por Dios! Indiana Jones sufrió menos buscando el arca perdida.

Estando en Canarias, con sol garantizado y rodeados de mar, también es mala suerte que solo nos miren a nosotros habiendo mil personas en la playa. Por lo tanto, lo mejor es darse un par de chapuzones y apuntarnos, sin miramientos, a esa ronda de birras y esos calamares bien frititos.

No importa la isla que visiten, lo importante es el buen tiempo, los chiringuitos de playa o los locales de montaña. En todos, seguro, pecarán sin pensar en un mañana o si van a tener el perdón eterno que tanto predica el cura en la misa del domingo.

Esto, queridos pecadores, es una crónica hecha a todos esos locales que nos incitan al pecado capital utilizando palabras bíblicas como «dar de beber al sediento y de comer al hambriento». En estas fechas, ¿quién podrá resistirse a esas pizarras bien alineadas en las que leemos pulpo a la vinagreta, ensaladilla rusa, calamares a la romana, camarones, lapas, morenas…? ¡Cañas bien frías! Se les ha hecho la boca agua, están preparando la toalla y van pensando más en las cañas y lo morados que se van a poner en ese local que más les gusta que en el chapuzón. He perdido mi lugar en el cielo por incitador, pero a ustedes acaba de dejar de preocuparles la operación bikini y el perdón que predican los domingos a las nueve.

Solo decirles, queridos amigos, «Bienvenidos a Canarias». Aquí no sólo hay una hora menos, sino que hasta el cura de la parroquia les da la bendición para que pequen gastronómicamente hablando.

¡Qué suerte vivir aquí! ¡Qué más da mar que montaña! En estas islas encontrarán un local donde meterse que les den buen comer y buen beber. Esto, señores, es una crónica de lo que les espera en Canarias. ¡Alabada se la cerveza y bienaventurados sean los calamares! Pueden ir en paz.