En uno de esos artículos de cocina que tanto me da por leer, alguien reflexionó: «Los restaurantes se dividen en dos tipos, los que brillan por fuera con carteles y luces de neón y los que brillan en el interior. Luego, somos nosotros mismos los que decidimos, como clientes, a cuál queremos entrar».
Pueden interpretarlo como quieran, quizá se dejen influenciar por esta moda de cocineros vestidos de gala paseando por el local. Si son tan traviesos como yo, pensarán que «si este del mandil está en la sala mesa por mesa, ¿quién cocina?”. ¿No se habían dado cuenta de ese detalle? Cosas que pasan.
Antes, el protagonista de la película era el cliente y el plato que se le ponía delante; hoy lo es ver si el cocinero sale a sala y el móvil para escribir dónde se está comiendo. Mi mente, que me parece muy revolucionaria y rebelde, se imagina esta secuencia: la peña de pie al grito de «¡torero, torero!» y una mano en alto con el móvil sacando fotos después de pinchar el botoncito de flash. ¡Un verdadero show! Igual algún que otro cocinero de estos de televisión está pensando poner una alfombra roja en la entrada de su restaurante y aparecer en una limusina, justo a la hora del servicio.
Luego está ese tipo de locales que tanto defiendo, esos que brillan por dentro, esos donde ven solo a camareros con una sonrisa, acomodándolos en su mesa, dándoles la carta y preguntando qué desean, platos llegando a la mesa y pasándolo bien sin saber siquiera si el cocinero es varón o fémina, joven o viejo… ¡Qué más da! Lo importante es disfrutar. Hasta la vecina del quinto me dice que esos son los locales que le molan.
Sigo diciendo que igual es mi culpa ser así de rebelde, ser un romántico del oficio. Igual estoy equivocado pensando que el cliente es el protagonista de la situación y el camarero el cómplice en esta aventura; igual me molan más esos restaurantes sin luces de neón en la fachada, pero sí que brillan en su interior; hasta puede que prefiera pasar un rato con la parienta en esa cena que estar pendiente del Instagram, TripAdvisor o de si el cocinero sale a la sala.
No lo sé. Igual debería adaptarme a estos cambios, pero, sigo pensando lo contrario. Recuerden el comienzo, elijan bien, pero la experiencia me dice que molan mucho más ese tipo de garitos que brillan en su interior.