Un día con Fabián Mora

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La Gomera, ese lugar del que dicen es la segunda isla más pequeña de Canarias pero que, puede ser, tiene uno de los más grandes cocineros de producto del Archipiélago. Comprobarlo es tan sencillo como ir en barco, bajarte, cruzar la calle y comer. Es el lugar de hoy: «Caprichos de la Gomera«.

Arrancó sus aventuras en el añorado Restaurante Marques de Oristano, en la Calle Real, y poco a poco colonizó la ciudad (San Sebastián de la Gomera) con propuestas dispares para un público variopinto y morro fino que busca confort, buen papeo, puestas en escena cuidadas e irse a casa satisfecho, después de comer y beber como el cuñado de la vecina del quinto.

Estamos ante un tipo con más horas de vuelo que Iberia y con un conocimiento brutal. Unas horas no dan para aprender. Hay que reconocerle al chef su dedicación, esmero, constancia y obstinado empeño por currar y abrirse al mundo. Simplemente, Fabián Mora.

Me hice una escapada de mi cocina para aceptar esa invitación insistente que me hacían de ir al “Caprichos de la Gomera”, la casa de un crack en esto de entretener a los fogones, un tipo que sabe del oficio, que no se anda con gilipolleces y que sabe buscar el producto, hasta lo defiende con tanta maestría que solo hay que hacer lo que les comenté al principio: bajarse del barco, cruzar la calle y comer. Literalmente, eso.

Déjense de parafernalia de cartas ni historias, es más sencillo. Dejen que Fabián haga lo que le dé la gana. Será una experiencia brutal. No pienso contarles qué comimos nosotros, ni falta que hace; no es necesario decir si este plato lo ejecuta así o asá, no soy tan osado. Bueno, sí lo soy y más; soy radical y pasional, pero, fue sencillo sentarnos y disfrutar, por no decirles eso de divertido y diferente, defensa de ese género canario y de una manera peculiar y particular de defender su cocina. ¡No cambies, hermano! (¡Me cago en la leche, el corazón en un puño!).

Se come de fábula, no cabe duda. Los platillos son virgueros y es difícil cocinar con mejor sentido estético y de la suculencia, porque Fabián y sus muchachos saben deslizarse por la ola, asan y guisan de pelotas. Pero nuestro oficio no consiste solo en menear bien los pucheros y es importantísimo recrear y parir los espacios dotándolos de vida y puesta en escena calurosa. Como dicen los periodistas gastronómicos más casposos, “habrá que seguirle la pista”. Si me hubieran dado a elegir entrar en la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones o en los fogones de cualquier fogón de carretera, no lo habría dudado jamás. ¡Ser cocinero es el mejor oficio del mundo entero!

Un fuerte abrazo, Fabián Mora. Amenazo con volver a tu casa y, de corazón, le digo a todos estos herejes que nos leen que tienen que ir al Caprichos de La Gomera. Simplemente, den sentido a sus vidas. ¡Larga vida al Rock and Roll!