Comensales y cocineros, novedad y recuerdos

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Sala de restaurante./ Manuel Expósito
Sala de restaurante./ Manuel Expósito

Antes de este «jaleo» mediático en el que se ha convertido este oficio, el personal de a pie salía a comer y lo que buscaba era un garito de esos cuyo lema era, al más puro estilo bíblico, «da de comer al hambriento y de beber al sediento». Eso era la idea del local de turno y de nosotros cuando éramos niños de colegio, cuando los domingos, después de misa de 12, tocaba subirse al coche y decías para tus adentros: “que vaya a mi restaurante favorito”. Entonces imaginabas esos platos que ibas a pedir…

Estas historias que les escribo sobre los asuntos del comer tratan de felicidad. Se cocinaba de verdad, platos que entendías y, sobre todo, de toma pan y moja. Por suerte, entre las nuevas tendencias está rescatar esos sabores de cada tierra, en este caso, Canarias.

Otro hábito que ha cambiado es esperar a que el cocinero (chef para los de la ESO) salga a la sala a saludar, como si fuera el Papa, cual sumo sacerdote con su chaquetilla inmaculada. ¿Han pensado hacerlo a la inversa? Acercarse a esa «cueva» donde se cuece todo, pedir permiso, entrar en ese santo recinto y decir ¡que tal chef!, mientras dan un apretón de manos. ¡A que sería la hostia en verso! Esa costumbre, a pesar de que pueda entenderse la valentía que supone flanquear la puerta de una cocina rumbo a lo desconocido, convendría que la hicieran suya. Los más bregados del gremio lo interpretarán como una inequívoca señal de reverencia y sumo respeto. Así que sonrían y repartan buen rollo a diestro y siniestro a un equipo prieto, siempre bien dispuesto.

No es uno cronista de la corte, ni falta que hace, pero sí les escribo realidades que no verán en los anuncios de la tele sobre este noble y viejo arte de dar de comer al hambriento y de beber al sediento, que les decía al principio. Es de lo que, al fin y al cabo, trata todo este asunto del restaurante, aunque algunos lo disfracen de “acción artística” y adopten ese rictus de creador atormentado.

Se crean amigos y enemigos en estas lides, quizá por eso y por teclear articulillos que pretenden ser entretenidos y desenvueltos. Como Jonh Wayne en las películas de los sábados a la tarde, cuando era niño, trato de mantenerme fiel a los verdaderos valores de este oficio, contándoles los avances y retrocesos que va sufriendo este noble trabajo que es cocinar, intentando poner un poco de luz de velas donde ahora solo se ven las luces de los focos.