Finca Salamanca: para degustar, comer y perderse

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Ensalada de garbanzos, tomate cherry y aguacate./ Manuel Expósito
Ensalada de garbanzos, tomate cherry y aguacate./ Manuel Expósito

Volver a la Finca Salamanca es recuperar calidad de vida, aunque sea solo por un corto tiempo, ese que se requiere para degustar una cocina que no defrauda en un entorno que engancha y con una sobremesa imperdonable en este lugar. En plena medianía de Güímar, en un espacio agrícola -son 50.000 metros cuadrados de “finca, piscina exterior climatizada, increíbles terrazas restaurante gourmet y hasta jardín un botánico propio- y embaucado por el uso turístico de “esta imponente casa señorial, uno de esos rincones llenos de magia que sirven de escenario a los eventos más especiales: bodas, aniversarios, recepciones…”, hay que vivir este pequeño paraíso. Se vende así y también como un enclave de “naturaleza, autenticidad, tradición y relax (…), uno de esos rincones llenos de magia que sirven de escenario a los eventos más especiales”. Y todo, de verdad.

Estamos ante uno de esos restaurantes de hotel que prestigian tanto la gastronomía como la restauración y al turismo, en general. Porque no es únicamente que emplee el producto local, que su cocina tenga al frente a una chef de prestigio y que en el entorno (Valle de Güímar) no proliferan los establecimientos de renombre (sin que ello sea garantía de lo mejor), sino porque al comensal le basta con dejarse llevar.

Hasta el punto que la opción, en esta ocasión, fue el menú del día, a 14 euros por persona (Igic incluido). Porque una crema de calabacín con crujiente jamón parecía lo propio para un día templado (las otras dos opciones eran una tosta de puerro con queso de cabra, miel de palma y frutos secos así como una ensalada de garbanzos, tomate cherry y aguacate). Una buena elección porque respondió a todo lo que se espera de este plato: suave en sabor, ligero en boca, con el contrapunto de las virutas de jamón crujiente, sí, pero algo escaso en cantidad. Un matiz: esa insuficiencia de jamón debió suplirse con una pizca más de sal. Aun así, repetiría.

De segundo, el menú del día llamaba a consumir lomo de merluza a la marinera con papas arrugadas (las otras dos opciones eran carne fiesta con papas a las finas hierbas y espaguetis al pesto y galleta de parmesano). Sencillo, pero preparado con tanta simpleza que cada uno de los elementos de este plato formaron en conjunto una sinfonía para el paladar. Sabido que estamos ante un pescado agradecido y de fácil combinación, pero un poco más de calor en el plato hubiera mejorado el de por sí, buen resultado.

De postre, crumble de pera con helado de vainilla y, de segunda opción, voulavent relleno de cremoso de frutos rojos. Lo más flojo del menú del día (en ambos casos) pero sin defraudar, sin excederse en lo dulce ni sobrepasarse en lo superfluo. Un reflejo fiel de toda la comanda, en la que los platos están generosamente servidos por un equipo en sala muy profesional.

El Restaurante del Hotel Finca Salamanca mantiene la firma de la chef Diana Marcelino, de quien nos llamó la atención (la ocasión anterior) “su cocina basada en productos de calidad con los que elabora una carta tradicional con toques creativos y modernos, sin perder la esencia”. Esta, su cocina, es como todo el complejo: para perderse. Finca Salamanca, para comer y degustar. La norma del lugar es des-pa-ci-to.

La ficha

Restaurante Finca Salamanca

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Restaurante Finca Salamanca: para perderse (03-06-2017)