La palabra odisea aún se utiliza para describir un viaje lleno de aventuras. “Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca/ debes rogar que el camino sea largo/ lleno de aventuras, lleno de experiencias. No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes/ ni la cólera del airado Poseidón…” Así empieza Ítaca, ¿recuerdan a Ulises?
Hoy en día este trabajo de dar de comer al hambriento y de beber al sediento se está convirtiendo en una auténtica odisea. Ya no solo se intenta cocinar, ahora hay que sorprender no sólo a los críticos de postín -los que realmente hacen su trabajo-, también tenemos a determinados clientes que ejecutan esas críticas por medio de redes sociales o páginas dedicadas a este rollito. ¡Vaya con Master Chef! ¡Cuánto daño hace!
Llegados a este punto me pregunto si a este elenco de personas que aporrean libremente y al libre albedrío un teclado opinando sobre cualquier restaurante se les juzgara su trabajo, sea el que sea. ¿Les gustaría que les dijeran que en tal local lo hacen peor que usted, o mejor? Ambas son una ofensa, puesto que molesta. ¿Saben cuánto daño puede hacer a un local un comentario negativo? Al escribir un comentario en cualquier red social o página web piensen que muchas ilusiones, muchos puestos de trabajo van en ello. ¿Les gustaría perder su empleo porque una persona los pone a parir?
Es el tema de hoy. A diferencia de muchos pseudo periodistas o críticos aficionados, he dado un toque a cincuenta cocineros elegidos al azar haciendo estas mismas preguntas. Les garantizo que discutimos si la paella lleva o no cebolla, o si la cocina tradicional es mejor o peor que la molecular, pero estamos de acuerdo en que esto se está saliendo de madre. Cualquiera puede opinar sobre tu trabajo sin tener en cuenta las consecuencias. Eso es un peligro.
Poniendo un comentario personal, desde hace mucho entendí que este oficio es cuestión de gustos, que por un mismo plato pueden decirte que eres un genio o que no sirves para nada. Por ello, respeto lo que dicen unos y otros, pero no le doy importancia, si bien apoyo a esos compañeros que me decían que hay que poner un límite, que Messi y Cristiano son dos, que el resto son currantes, que ninguno de los que juzgan a un cocinero ha tenido en cuenta las horas que se meten a temperaturas brutales o los cortes y quemaduras. Sí, ya sé, va en el oficio, pero no se tiene en cuenta.
Otra perla es la de esa ley no escrita de que sí pasan 5 minutos ya se tarda, o esa pregunta que solo un cliente entiende: ¿qué me recomienda? Esa es genial, encima hay que mirar esa bolita mágica que lleva el camarero en el bolsillo para saber los gustos de las personas. Le recomiendo la carne con papas, la respuesta suele ser “¡ay, no! Hace calor”, o, también, “es que prefiero pescado”. Eso me lleva a otra pregunta: ¿para qué nos molestamos en hacer las cartas?. Cómo ven, queridos amigos, no me equivocaba con esto de que el oficio es una odisea, solo que muchas veces lo de Ulises fue un juego de niños. ¡Larga vida al rock and roll! Piensen antes de juzgar, porque pueden ser juzgados.