El consumo de productos lácteos por el ser humano remonta sus orígenes a hace varios miles de años (más de 4.000 según algunas fuentes) pero, ¿sabemos cuáles son las razones físicas que hacen posible que podamos seguir disfrutando de la leche después de la lactancia y mantener este hábito durante todo el ciclo de la vida?
La teoría más extendida nos dice que, en realidad tomamos leche desde el Neolítico, cuando el hombre se hace sedentario, domina a algunas especies y empieza a ordeñar los mamíferos, al igual que empezamos a cultivar plantas como los cereales.
Por otra parte, aproximadamente hace 10.000 años aparece en los caucásicos una mutación que nos permite tomar lactosa, que es al azúcar de leche, sin que tengamos síntomas de intolerancia. Eso es lo que posibilita que los adultos puedan seguir consumiendo leche durante periodos relativamente amplios.
Existen referencias históricas sobre el consumo de leche en la Biblia y en el Mahabharata indio (considerado como el poema épico más antiguo del mundo, de hace más de 4.000 años antes de Cristo), fundamentalmente sobre el uso de de leches fermentadas porque la fermentación que se producía de manera natural era una forma de conservar la leche en los períodos en los que los mamíferos ya no tenían recién nacidos para alimentar. El consumo de leche y lácteos en el homo sapiens, en la especie humana, se remonta a miles de años.
La comunidad médica y científica lleva años recordando los efectos positivos de la ingesta de este tipo de productos, desde las primeras edades de la vida, que no deben ser sustituidos por otros alimentos pensando que pueden tener las mismas ventajas nutricionales, porque esto no es cierto. Los lácteos son necesarios en nuestra dieta. Se debe considerar el consumo lácteo como una forma de integrar un perfil de nutrientes muy adecuado y de alta densidad dentro de una dieta saludable.
Las recomendaciones médicas actuales hablan de tomar de dos o cuatro raciones de lácteos al día, priorizando aquéllos de alta calidad, es decir, que tienen menos cantidad de grasas y azúcares añadidos. En concreto, una ración es el equivalente a un vaso o una taza mediana de leche o bien dos yogures, incluso entre 40 y 50 gramos de queso curado o 175 gramos de requesón, si bien las recomendaciones pueden variar un poco dependiendo del tipo de maduración del queso. Se debe aumentar el consumo sobre todo en adolescentes y mujeres y en personas de más de 65 años de edad independientemente su sexo.
Es importante tener en cuenta que la leche aporta nutrientes de alta calidad, no solamente nutrientes individuales, sino también dentro de una matriz láctea que es la que se ha relacionado con beneficios en salud. En este contexto, a veces no resulta prudente sustituir alimentos lácteos por otros con una composición parecida porque no se trata del mismo alimento y, por tanto, pueden no tener los mismos efectos saludables que la leche y sus derivados.