Hay momentos que llamamos de reflexión y, a veces, hasta echamos la mirada atrás si entre todas las preguntas que nos hacemos sobre cómo hemos hecho las cosas no encontramos un » y si…».
La historia sobre un mismo hecho tiene varias versiones según quien la escriba. Desde la “Biblia” hasta “Caballo Loco, el guerrero Indio”. A eso le añadimos la interpretación de cada individuo y conseguimos una infinidad de leyendas, las cuales no sabremos cuál es la cierta con el paso del tiempo. Saquen sus conclusiones.
En nuestro caso, nos ceñiremos a la cocina. Hoy hay mucho bombo y platillo en este oficio, todos son creadores de platos y muchos se han olvidado de la realidad, se han dejado envolver por este mundo mágico que esconde más de lo que enseña cual juego de naipes. ¿Recuerdan el principio de la peli “Ahora me ves…”?
Algo ha cambiado, los jefes crean y los cocineros imitan, los alumnos estudian para chef, algo que sigo sin entender porque para ser chef no se estudia porque, si fuera así, debió ocurrir que en algún momento de la película fui al baño y me perdí la secuencia.
Creo que ni los jefes deben ser tan estrictos ni los que empiezan tener esos aires de grandeza. Hay que buscar un equilibrio. Igual un jefe debe sacar mejor partido de su equipo y su equipo entender por qué el otro es jefe, partiendo de la base de que un jefe no doblega a sus súbditos, sino que enseña a sus compañeros. ¿Perciben la sutil diferencia?
A los que empiezan, recordarles que sus errores los paga el jefe y al jefe recordarle que de los aciertos de su equipo él se lleva el mérito. Esto se vuelve un círculo y seguimos donde empezamos. Mejor que, en ese tiempo de reflexión que les decía, abran unas birras y brinden por un día más en el fogón, aunque después de aporrear tantas letras y darle al enter de mi teclado y después de releer el resultado puede, y recalco puede, que no vaya muy desencaminado.
¡Que la diosa de los fogones les proteja!