La calabaza y su leyenda

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Aunque su origen es incierto, hay relatos que lo colocan en China y parece ser que en Babilonia se cultivaron también algunas especies de calabazas comestibles, incluso hay indicios de que los egipcios también cultivaron las suyas a la vera del Nilo. Pero en Perú, Nicaragua, Bolivia y Brasil, entre otros lugares, hay datos de casi 5.000 años a.c.. Se supone que los colonizadores la trajeron a España y de ahí al resto, es decir, nada nuevo. Lo que no hemos encontrado en la historia de la calabaza es el motivo principal por el que conocimos la calabaza, si por La Cenicienta, por el “Un, dos, tres…” o por los americanos y su Halloween. Numerosos autores antiguos citan a la calabaza en sus escritos y se sabe que su cultivo ya se producía entre los hebreos y egipcios.

Lo real es que miles y miles de platos no podrían hacerse sin nuestra amiga la calabaza: el locro argentino, la caldosa cubana, nuestros potajes, el pastel de calabaza de las pelis americanas, tantos y tantos. Como ven, la calabaza tiene una leyenda sin igual, si no lean la de Jack O´Lantern (que hizo un pacto con el diablo y de ahí, el nacimiento de tan famosa fiesta), “Las brujas de Salem”… La calabaza para guardar agua o vino era un símbolo más de los peregrinos del Camino de Santiago y, naturalmente, la famosa carroza que dejó Disney a su “Cenicienta”.

La calabaza pertenece a la familia de las cucurbitáceas y abarca unas 850 especies de plantas, la mayoría herbáceas, trepadoras o rastreras, que producen frutos grandes y protegidos por una corteza firme. Algunas frutas, como la sandía y el melón, junto con hortalizas tan comunes, como el pepino o el calabacín, pertenecen a esta misma familia. El fruto es grande, de corteza firme, de diferentes formas y colores, especialmente del verde al anaranjado, con la pulpa también anaranjada. Las flores son grandes y anaranjadas. 

Existen otras variedades, aunque menos conocidas, como son la americana, la amarilla gruesa de París, la llena de Nápoles, la roja de Etampes, la verde Española, la botonera y la calabacita de Brasil.

Por sus características y diferentes variedades, la calabaza puede utilizarse tanto para elaborar platos salados como dulces, para preparar sopas, purés y cremas. En repostería, se prepara el cabello de ángel con el que se rellenan numerosos pasteles y tartas. Las flores se utilizan también en gastronomía, rellenas de queso, requesón, puré de papa y fritas. Las semillas se emplean también para la elaboración de aceite, tostadas y saladas (pipas de calabaza).