Una cocina y una mesa

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Sala de restaurante./ Manuel Expósito
Sala de restaurante./ Manuel Expósito

Dicen que cocinar es como amar, otros refranes nombran a madres y abuelas, incluso algunos se refieren a recuerdos de infancia. ¡Vaya usted a saber! Igual son todos, o ninguno.

Lo que sí está claro es que este mundillo de los fogones transmite muchos sentimientos alrededor de una mesa a la cual están sentados unos comensales, depende del momento, lugar y motivo.

Una celebración (boda, cumpleaños, aniversario…), aparte de lo que llega de una cocina o del vino que se descorche, lleva risas, alegría, felicidad… Y, si encima, la comida está bien elaborada puede que hasta jolgorio. ¡Bendita cazuela!

Dice la historia que las grandes batallas, las negociaciones más importantes, hasta los planes de interés mundial se cerraron en una mesa antes, después o en medio de un buen yantar. No podía ser de otra manera. Esto del buen comer crea una sana adicción, más allá de la libre interpretación que cada individuo quiera dar, acertada o no. ¡Sin ofensa… aún!

Los grandes literatos de cualquier generación han recurrido a esto de la gastronomía tarde o temprano, incluido un tal Anónimo, que firmó el Lazarillo de Tormes, con ese chusco y el queso.

Quizá aquí, para algunos, viene la ofensa -que quede explícito que es sin intención (un emoticono que guiña el ojo)-. Aunque no lo crean, solo en la época actual es cuando se debate sobre quién tiene razón o no, es ahora cuando buscan una verdad que está escondida en el Santo Grial, cuando lo real, cierto o no, es que este mundillo de la cocina enseña valores como el respeto, la humildad y el trabajo en equipo. ¿Ven la ofensa?

Algunos creen que esto es un mundo de fantasía tipo novela rosa o un Sálvame gastronómico. Algún día descubrirán la verdad y disfrutarán sentados alrededor de una buena mesa, recordando tiempos en los que sin querer (o queriendo) dañaron ese legado de madres y abuelas que siempre comenzó en el culo de las cazuelas y, ¡cómo no!, ¡viendo bailar el ajo!

¡Bendita cocina, amigos! Bienvenidos a la realidad, donde los cocineros comparten y se divierten. Pese al pensar de algunos en esta sociedad, los del mandil no entienden de ranking, más sí se acuerdan de esas recetas de la abuela, de esa olla humeante y, por supuesto, de mojar pan alrededor de esa mesa donde dieron sus platos a probar. Salió con rima. Igual lleva el punto exacto de sal. ¡Larga vida al rock and roll!