Según los escritos de esos monjes que iban a bordo de los barcos y dejaban constancia escrita, todas las primeras referencias a las Islas Canarias en la antigüedad tenían su base en la mitología (la Atlántida, el continente perdido, el Jardín de las Hespérides, los Campos Elíseos, Océano Tenebroso, La isla de San Borondón, el monje Saint Brendan, la Non Trubada, la Inaccesible, las Islas Afortunadas). Muy pocos navegantes fenicios, griegos y romanos llegaron en la época clásica a alcanzar las costas canarias, una ruta complicada por entonces ya que las corrientes marinas no ayudaban a ello desviando el curso de los barcos hacia el mar Caribe, poco más que el fin del mundo en la época. Con ello, los que lograron volver acompañaban sus testimonios de un halo de misterio y leyenda sobre estas Islas de forma que aún hoy hay misterios por resolver. Al poco, llegado el momento en que estos «aventureros» se echaron al mar, Canarias estaba siendo conquistada por los españoles, que, de paso, pusieron rumbo a las Américas con Colón a la cabeza. Pasado ese tiempo de conquistas, por estas tierras aparecieron portugueses, franceses, ingleses, holandeses y demás partidarios de la aventura.
Esa mitología, esas leyendas y ese misterio se juntaron con la conquista y con las visitas de otros navegantes formando una identidad característica del pueblo canario.
Este rollito viene a cuenta de las influencias culturales recibidas por este Archipiélago, incluida la cocina.
Con un clima tropical, con productos autóctonos, más los que dejaron los españoles, tanto de península como de América, lo que trajeron el resto de «visitantes» -me refiero a recetas, por supuesto, a género y a técnicas-, nace una cocina basada en el mestizaje que a día de hoy es un auténtico espectáculo para sabor y olor, para un recetario tan variado como sin igual que, con el paso de los años, también ha sido exportado a recetarios de Costa Rica, Cuba, Venezuela… y a dos tipos de cocina más desconocida para muchos, como la de San Antonio (Texas) o la de Nueva Orleans. ¡Qué quieren que les diga! Por estas cosas es por las que creo y defiendo firmemente una cocina sin fronteras.
Cilantro, orégano, laurel, cominos, pimientos de todo tipo, papas de muchas variedades, maíz, trigo, berros… Tantas y tantos productos que no faltan en el recetario canario son los culpables de ese colorido y ese aroma tan especial y característico de nuestra cocina. Un orgasmo multicultural.
Después de explicarles un poco de lo que es nuestra historia y por qué de nuestra cultura, qué menos que dejarles una receta que resulte divertida y atractiva que pueden elaborar en cualquier parte del mundo.
ATÚN EN ADOBO.
Ingrdientes:
- 1 kg de atún (dos lomos)
- 4 dientes de ajos
- 1 vaso grande de aceite de oliva
- 1/2 vaso de vinagre
- 1/2 vaso de vino blanco
- 1 cucharada de pimentón
- Pimienta (palmera)
- Orégano
- Tomillo
- Laurel
- Comino
- Sal
Elaboración:
En un mortero metemos los ajos con unas lágrimas de sal, majamos y vamos añadiendo el resto de ingredientes formando un adobo. Troceamos el atún, lo doramos en una cazuela y añadimos el adobo, escoltamos esto con unas papas arrugadas y ¡qué comience la diversión!
Lo importante es saber de dónde venimos para saber a dónde vamos, así de simple. Lean y no tengan miedo a experimentar en los fogones. ¡Bendita historia!