El arte de las listas de restaurantes

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Parece una epidemia. Te das un paseo por las redes sociales y te salen determinados pseudo escritores, críticos amateurs (por llamarlos de alguna manera) y periodistas de postín -todos con su página Facebook, Twitter y demás artilugios peligrosos- empeñados en venderte los “mejores restaurantes de Tenerife”.  ¿Han pinchado? Es la hostia en verso. En serio, entre los 10 mejores restaurantes de una isla, varias «webs gastronómicas» no coinciden en ninguno. Eso, señores, ¿es arte o mala praxis? ¡Vaya usted a saber! Cálcense las gafas y alucinen.

No busquen aquí estrellas Michelín, ni fasto, ni boato alguno, ni manteles de hilo de seda y sí, por supuesto, no soy objetivo. ¿Cuántos restaurantes de la Isla han podido visitar la mayoría de estos jurados en 12 meses? ¿Quién controla los votos? ¿Cómo sabemos que no hay manejo ni manipulación? Nada que objetar, pero sí preguntarme si en este juego de influencias todo vale. Es inevitable que haya amiguismos, recomendaciones, previsiones sobre a quién hay que apoyar este año o el siguiente. Ni es justo ni real, porque todo está en manos del dinero, del patrocinador -“¡Oh! Your daddy’s rich and your mamma’s good lookin’ so hush little baby, don’t you cry…”-. Conclusión: aquí cada cual parte su pana, eso sí, con pregunta retórica: ¿Qué titulación aportan estos genios de quienes escribo?

Aquí nos conocemos todos. Por suerte, puedo considerarme amigo de muchos genios de los fogones, comparto mucho con ellos, puede que hasta me enfade cuando merecen premios de los de verdad y no se los dan y sí, no soy objetivo, otra vez. Conclusión: si teniendo titulación del oficio y con más de 25 años entreteniendo fogones y estando aún en edad de aprender, no soy capaz de «juzgar» a un compañero, ¿cómo estos cracs del periodismo de redes sí lo hacen? Lo espectacular es que, encima, no coincidan ni siquiera en uno en esas listas de 10 o 20 nombres. ¿Con qué valor y credibilidad actúan? ¡Qué figuras! 

Por ahí andan, moviendo el palmito y sin perder de vista a sus presas. No podemos dar crédito a lo que vemos, aunque algunos me llamarán ventajista. Me la trae al fresco.

Soy algo rebelde, por no decir mucho; no entro en juegos, me importan un carajo las listas, me hice cocinero porque leí que se hacía feliz a la peña dándoles de comer -hasta la Biblia lo dice, dar de comer al hambriento y de beber al sediento- y porque leo muy mucho sobre el oficio empapándome de Escofier, de Vatel y del largo etcétera de revolucionarios que crearon este oficio cuando no existían ni guías, ni críticas ni esas chorradas, simplemente cocinaban. Es orgásmico. Pues a cuenta de esta locura mía, de mi rebeldía, de ir contra corriente conocí a unos amigos que me dijeron si escribía estas historietas y aporreaba el teclado. Y llegó la invitación a colaborar de cuando en cuando en su web, escribiendo de lo que me diera la gana, hasta de música, sin cortapisas, y cuando me diera la gana. Y me quedo hasta que me echen, claro.

Y en los tiempos que corren y con la que está cayendo ahí fuera, da gusto tener un refugio donde lo único que cuenta es hacer feliz al personal y ser felices, disfrutar de cada segundo.