¡Señoras y señores, El Rincón de Juan Carlos!

225
Raviolis de queso de bodega de Montesdeoca y caldo de lentejas./ Manuel Expósito
Raviolis de queso de bodega de Montesdeoca y caldo de lentejas./ Manuel Expósito

“Nos encontramos en la isla de Tenerife, en concreto en Los Gigantes, cerca de una maravilla geográfica como son Los Acantilados de los Gigantes. Desde el comienzo nuestra visión fue la de crear un restaurante a la altura del lugar, considerado una de las bellezas de las Islas Canarias. Para ello hemos trabajado duro creando un estilo propio siempre sin dar la espalda a nuestros orígenes y a las tradiciones gastronómicas del lugar”. Esta presentación forma parte de la autodefinición que la familia hace del Restaurante El Rincón de Juan Carlos.

Sí, familia, porque Juan Carlos y Jonathan Padrón son hermanos, María José Plasencia y Raquel Navarro son sus esposas. Ellos cuatro colmatan este punto de encuentro con la Cocina, así, en mayúscula. En el Pasaje Jacaranda el paladar transporta al comensal a otra dimensión sápida. Es una forma sublime de entender la materia prima, los sabores, la historia de los fogones canarios y de aplicar a todo ello técnicas culinarias contemporáneas que estrujan cada elemento para componer, mediante combinaciones inimaginables -sorprendentes, por tanto-, platos únicos. El Rincón de Juan Carlos marca diferencias y establece distancia.

En este caso la opción fue el menú degustación, no el corto. Menú de medidas acertadamente proporcionadas ante el reto de los 11 platos (desde entrantes a postres) para que el comensal se sienta saciado sin hartazgo.

Aceite de Arico con una selección de pan de frutos secos, pan blanco y aceituna negra y el primer vino: manzanilla. Acompañó a un bocadillo de rabo de vaca rubia gallega con miso y sésamo y pimienta fermentada. Después, un turrón de morcilla canaria con flor de albahaca y papel oro, praliné y salado de almendras. Todo eso, sin entrar en el menú degustación.

Para eso, cava. Después, ostra gillardeau nº3 de Normandía con coco y galanga. La recomendación en sala es comer con las manos. La suavidad de esta variedad de molusco ya es de por sí un manjar al paladar, pero enriquecida con el agua suavemente aromatizada de la fruta tropical y el toque picante, casi imperceptible, de la especia pone el listón alto para empezar.

Enoki a la crema de enoki, caviar y mantequilla de cabra noissete. Aquí es obligado saborear el conjunto para entender el valor de esta seta a la que el punto del caviar y el matiz de avellana que aporta la mantequilla convierte en una explosión sápida.

Nuevo cambio en el maridaje. Entra “Los Borujos”, un vino de uva vijariega y listán blanco para saborear anguila ahumada, ponzu, maíz y yogur. Es la tercera propuesta del chef Juan Carlos Padrón. Extraña combinación la de este pez, la salsa propia de la cocina japonesa, el dulzor del millo y la frescura del preparado lácteo. ¡Un acierto! La anguila está impregnada de ese sabor un tanto cítrico de la salsa al que el maíz envuelve casi completamente y donde el yogur parece reservarse el papel del pegamento. Vamos, que es una exquisitez de bocado.

Tallarín de raíz de apio, crema de queso comté, piñones y trufa. El menú sigue elevándose. La planta todopoderosa encuentra en esta antigua variedad de queso francés el compañero perfecto para fortalecer el sabor, ese que tiene por contrapunto el toque de dulzor de la semilla y que redondea la trufa australiana con un aroma convertido en sabor inconfundible. Estamos ya en el nivel siguiente a la exquisitez.

Almeja al vapor, emulsión de grasa de foie gras y ajo negro y limón. Parecía recordar, a priori, el encuentro con la ostra con que abrimos este menú degustación. Pero el paladar no engaña. Esta creación de El Rincón de Juan Carlos es propia de quien sabe jugársela sobre el alambre de una apuesta con sabores tan contrapuestos como el ahumado del molusco, el ácido del limón, la robustez del foie (aunque fuera líquido) y la suavidad de la herbácea. Tal vez este plato requiera una repetición para alcanzar su verdadera dimensión.

Y volvemos a cambiar de vino. Llega malvasía barrica de La Palma. ¿Para qué? Para algo superlativo: raviolis de queso de bodega de Montesdeoca y caldo de lentejas. Definir este plato es, es, es… Hay que rendirse a la evidencia de la creatividad, los conocimientos y el saber hacer de este equipo, a la excelencia culinaria.

Cigala a la brasa, blanco de cigala y sriracha con arroz venere. Tal vez de las combinaciones más simples de la noche, pero de las más satisfactorias. Es un plato encajado en el menú en el momento oportuno, que “despista” al paladar por “normal”, si es que algo en las mesas de este Rincón se puede definir así.

Y cerramos con un caldo de rioja joven, alegre, para el pichón en su jugo. Una carne con sabor fuerte y un toque picante para cerrando el círculo de la propuesta, abierta con aquel sabor de pimienta fermentada. ¡Sensacional!

Llegan los postres: Granizado de violeta, plátano y palo cortado; dumpling de coco; chocolate tostado, yogurt, limón, anís y haba tonka. Esto hay que comerlo y punto. Aquí no hay desperdicio.

La presentación de los platos merece otro capítulo. Comer aquí es una experiencia que cada cual debe contar. La relación calidad/precio aquí está más que justificada.

El Rincón de Jun Carlos es una joya de Santiago del Teide, es un activo más del municipio más al Suroeste de Tenerife, a más de 100 kilómetros de la capital. Un paseo que los amantes de la gran cocina tienen que darse porque estamos en un recinto pequeño, en un enclave excepcional, en un ambiente familiar, ante una cocina con alma, a pesar de ser el producto de una evolución desde los cocimientos clásicos del fogón del padre y de la madre hasta lograr una carta de recetas únicas, resultado de mucho trabajo. Son presente, pero, sobre todo, futuro.

¡Ah! El Rincón de Juan Carlos tiene una Estrella Michelín. ¡Qué más da! Pronto llegarán más, aunque caigan a 100 metros. ¡Al tiempo!

La ficha

El Rincón de Juan Carlos