Wine & Cheese Bar, una cocina donde las cosas saben a lo que saben las cosas

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Tomates aliñados./ Manuel Expósito
Tomates aliñados./ Manuel Expósito

Hoy toca contar una experiencia sencilla, de esas que eran habituales en las generaciones precedentes y que, despacito, han dado paso a otras costumbres marcadas por la velocidad de la vida cotidiana y de las modas contemporáneas, menos pausadas, más ruidosas y con rutinas alejadas de la simplicidad.

Hoy toca recuperar el momento de disfrutar del calor de la conversación, de la charla a veces profunda, a ratos intrascendente y, por mucho tiempo, amigable. Y toca hacerlo en torno a la mesa del Wine & Cheese Bar con el propósito de pasar unas horas simplemente degustando unas tapas excelentes como excusa para tomar una botella de buen vino.

Para la ocasión queríamos un recinto amigable, un ambiente sereno y un entorno con carácter, ese que tiene la calle San Francisco y que emana de El Toscal, la historia de Santa Cruz de Tenerife. Aquí, en este establecimiento de nombre anglosajón pero que aglutina dos productos que marcan la gastronomía de las Islas: vino y quesos.

Nos ponemos en manos de Chema Vicente. La mesa pronto de cubre de una cestilla de pan tan variado como con gusto. El maitre, sumiller, barman, empresario… Fiel a su filosofía -una vez dijo: “si fuera turista en Santa Cruz, no dudaría en pedirme una tabla de quesos acompañada por un buen vino”-, el caldo tinto y las lascas de queso llegó bajo su profesional elección. Un acierto total.

En botella, un Damana 5, Denominación de Origen Ribera del Duero; en la tabla, muestras de un queso de cabra elaborado en Garafía (La Palma), suave y ahumado, naturalmente; otra porción del “Montesdeoca ahumado”, un producto del municipio tinerfeño de Adeje premiado en el Salón Gourmet de este año 2017 y en otros siete certámenes internacionales; de la cumbre de Gran Canaria, donde proliferan las pequeñas queserías, llega a nuestra mesa un queso con cuerpo, de los que invitan a degustar muy despacio pero que, realmente, sirve de transición hacia otras tajadas de más poder, como el “Maxorata curado untado en pimentón”, también multipremiado y casi la cumbre de la noche; un trozo de un queso de leche de vaca llegado de Mahon ayuda a redondear esta parte de la velada dejan do en boca el antojo de un sorbo más de vino y de seguir probando la alacena del Wine & Cheese Bar. Cerramos la tabla con un queso azul La Peral, un producto sorprendentemente suave, ligero, de sabor muy amable o, como dijo el mismo Chema, parece más un stilton (queso inglés).

A esta altura del encuentro, de la conversación y de la mesa, llega algo tan sencillo y simple como unos tomates aliñados. Tomates de la huerta, no del hipermercado; tomates pelados, para saborear más; aliño de sal, aceite de oliva y orégano. Un platazo, fresco, gustoso, ligero, sabrosísimo y si lo deja reposar unos minutos, mejor aún.

Ensaladilla de buey de mar. Esta es una apuesta de Chema que está para repetir y repetir. La costumbre del comensal para este plato es un preparado con atún, un pez más suave que este cangrejo, cuyo sabor sobresale entre todos los elementos de una ensaladilla. Choca inicialmente, pero cada bocado incita a buscar el siguiente porque estamos ante un juego de sensaciones que el paladar agradece, sobre todo con un buen sorbo de este vino tinto recomendado por Chema Vicente.

El cierre, un boletus al estilo más sencillo: plancha y un poco de majado (aderezo). Se trata de un plato “para rescatar sabores primarios, para que las cosas sepan a lo que saben las cosas”, que decía Chema. Un producto carnoso, al corte y de tal calibre que su degustación alivia al buey de mar. Puro placer.

Así de sencillo. Una comida simple, pero sobresaliente, para una escapada en la que los amigos solo pasan el tiempo charlando de cosas triviales y esenciales en torno a una mesa y con la excusa de tomar una botella de vino. El lugar, Wine & Cheese Bar, ideal, perfecto si se pone en manos de Chema. De esto sabe y mucho. El paladar lo agradece.

La ficha

Wine & Cheese Bar